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  Constantina Web
  HISTORIA
 

 


El municipio de Constantina pertenece a la comarca de la Sierra Norte sevillana, incluyéndose en el ámbito del Parque Natural del mismo nombre. En 2007 su población ascendía a 6.687 habitantes. 

El núcleo urbano se asienta en un terreno ondulado y está rodeado de cerros, en uno de los cuales (al oeste de la localidad) se encuentra el castillo. En el emplazamiento originario debieron influir las condiciones topográficas (que facilitan la defensa), la existencia de agua abundante y buenos pastos en la zona, así como las minas de plata y de cobre. Constantina se localiza sobre el camino de Extremadura, al borde de la calzada romana que comunicaba Híspalis con Emérita Augusta. 

            


En este primer escudo parece que figuró ya en la solemnidad con que Felipe II fue recibido en Sevilla, a cuyo recibimiento acudió una delegación de Constantina. Es, pues, un escudo que puede datarse de esa fecha, lo que explica el que no se ajuste a las reglas heráldicas que prohíben color sobre color. 


           


Aquí el escudo definitivo vigente hasta el momento en campo de azur una "matrona coronada", sentada sobre una roca, y sosteniendo en la mano derecha un "racimo de uvas" y en la izquierda una "rama de olivo". 

Los orígenes de esta localidad lo encontramos ya en los albores de la prehistoria, dada la riqueza natural y minera (minas de cobre y plata en sus inmediaciones) del suelo, al menos desde el Neolítico. De esta etapa se hallan restos en el Museo Arqueológico de Sevilla. Las fuentes hablan de una primitiva ocupación por los celtas beturienses (1.200 a.C.), junto al poblado del Cerro del Almendro, los celtas fundan la ciudad de Sucum Murgi. 

Fue reconstruida más tarde por los cartagineses que le dieron el nombre de "Lacuni-Murgi", la arqueología testimonia el contacto comercial con fenicios y la presencia púnica. 

A la conquista de los romanos, se traslada la población junto al "Cerro del Castillo", y se convirtió en una ciudad importante, tomando el nombre de "Constantia Julia", en honor a Julio César, y acuñó moneda propia. El hecho de hallarse junto a una calzada, trazada entre Astigi (Écija) y Emérita Augusta (Mérida), así como múltiples testimonios arqueológicos ponen de manifiesto el desarrollo de esta localidad en tiempos romanos. En esta época los vinos extraídos por los romanos de sus vides se hicieron famosos en Roma, recibiendo el nombre de "Cocolubis". 

La documentación sobre las vías romanas Écija - Mérida o Córdoba – Mérida nos revela que, una de éstas dos rutas, debió tener un ramal secundario que pasaba por Constantina, y desde ésta, continuaría hacia Regina (Casas de Reina, Badajoz), que bien pudo ser el mismo camino que, como antes hemos visto, fue descrito por Al-Idrisi. Dicho camino o calzada, debió ser coincidente con la carretera actual Constantina - San Nicolás del Puerto - Alanís - Guadalcanal – Fuente del Arco – Casas de Reina. 

Durante el período musulmán la ciudad está plenamente consolidada bajo dominación musulmana, como lo indican numerosos restos y documentación de historiadores y geógrafos del período califal, así como muestra la importancia de su barrio de la Morería, en este barrio persiste hoy todavía la típica trama árabe, con centro en la antigua iglesia de Santa María la Mayor, como sustitución de lo que debió ser la mezquita musulmana. Se ocupa el cerro del Castillo y se reordena el fuerte romano. Se produce el primer crecimiento extramuros sobre la falda meridional del castillo. 

En esta etapa fue el centro de la Cora (distrito) de Firrish, llamada bajo dominación árabe Qusantiniyya en fuentes árabes del siglo X se habla de tierras de cereales y de viñas a si de riqueza en variedad de arboles predominando el castaño, cerezos y avellanos,(el que llamamos americano),también se habla de canteras de mármol blanco y de la riquezas de sus aguas a si como la existencia de una mina de hierro .El Hisn o castillo es definido como importante y prospero por Al-Idrisi geógrafo árabe, que en el siglo XII, Roger II de Sicilia (Italia), comisionó al Al-Idrisi, para que realizara un estudio descriptivo (geografía - agricultura - minerales - poblaciones - caminos), de la Península Ibérica, estudio que Al-Idrisi finalizó en el año 1154. 

Cuando Al-Idrisi describió el camino que unía Córdoba con Badajoz, lo vio así: "De Córdoba al castillo de Moratalla (término de Hornachuelos), hay 25 millas; del castillo de Moratalla a la ciudad de Furnasulus (Hornachuelos), 12 millas; al castillo de Al-Q.sral (La Puebla de los Infantes o Peñaflor), hay 16 millas; al castillo de Qustantinat Al-Hadid (Constantina del Hierro), hay 22 millas, a Alanís hay 18 millas, a Rayyina (Reina), hay 15 millas, al castillo de Sarisa (Jerez de los Caballeros), hay 40 millas, confluyendo con el camino de Sevilla - Badajoz,..
Cuando Al-Razi (historiador andalusí de la época del emirato y califato de Córdoba), nos informa sobre la Cora de Firrish describió: "Feriz jaz ao ponente de Chao das Bellotas e chamana Costantina..." (Ferrish se encuentra al Oeste de Fahs al-Ballut. En él se encuentra una ciudad llamada Constantina...) Constantina, es la única población que cita Al-Razi como perteneciente a la Cora de Firrish. 

Tras el periodo de dominio musulmán, Fernando III la conquista a mediados del siglo XIII, volvió a llamarse "Constantina", como ya la habían llamado los visigodos, se produce un rápido crecimiento, que permite ocupar la ladera oriental del cerro del Castillo con calles que siguen las curvas de nivel y manzanas que envuelven el citado cerro y descienden hasta el cauce del arroyo. Poco después pasa a depender de Sevilla y siendo repoblada con ganaderos sorianos. 

Tras la reconquista fue agregada a Córdoba pero al hacer los repartimientos el rey Alfonso el Sabio la agrega a Sevilla, Constantina en 1.247, jugó un papel destacado en las guerras de banderías entre las casas nobles dominantes en Sevilla vinculada al señorío de la ciudad de Sevilla Cristianizada por el rey santo, Fernando III, al que le entregaron las llaves de su castillo, dependiendo del Marqués de Cádiz o del Duque de Medina-Sidonia, alternativamente, hasta que en 1.478 les fueron entregadas las llaves a los Reyes Católicos, quedando constituida en "villa de realengo”. Ello le permitió participar en cierta forma de las consecuencias del Descubrimiento de América y en las actividades comerciales, de exportación de vinos y aguardientes hacia las Indias. 

En 1810 sufrió como otros muchos lugares del país, la invasión del ejército francés, después de un destacable enfrentamiento que tuvo lugar en las propias calles del pueblo y que según la tradición costó la vida a trescientos lugareños. Tras dos años de ocupación quedó liberada de este yugo en 1812 habiendo pasado por uno de los momentos más dramáticos de su historia. Obtuvo la concesión del título de ciudad, por el rey Alfonso XIII, en 1916, otorgándole el tratamiento de "Excelencia" y vivió su mayor prosperidad económica y demográfica entre los años 1940 y 1950, alcanzando la cifra de quince mil habitantes, que se dedicaban a una intensa actividad ganadera, agrícola, industrial y comercial. 

En 1.916, Alfonso XIII le concede el título de Ciudad. 

En la primera mitad del siglo XX, la dinámica de crecimiento se acentúa con un incipiente desarrollo industrial. Las expansiones urbanas se producen sobre las vías de acceso: hacia el norte, sobre el camino de Cazalla (Villalatas); hacia el noreste, sobre el camino de Las Navas; en la prolongación de la calle Morería; etc. También se realiza una importante renovación del casco antiguo y se canaliza el arroyo Allende o de la Villa. Con el descenso demográfico acaecido desde mediados de siglo, Constantina mantiene la unidad de su casco urbano, de marcado carácter lineal norte-sur, ocupando las faldas del Valle de la Osa. El arroyo de la Villa es el eje medular y los caminos sirven como directrices de los nuevos asentamientos residenciales. En los últimos tiempos están surgiendo viviendas unifamiliares aisladas, de tipo vacacional. La construcción de bloques aislados y en altura también ha hecho su aparición, pero de forma limitada y localizada: barriada del Cerro del Barrero y las Tres Torres. En el extremo meridional se localizan diversos equipamientos públicos de carácter educativo y sanitario. 

La vía principal de Constantina, ordenada de norte a sur sobre el Camino Real de Sevilla, se denomina desde el siglo XVI calle Mesones, lo que refleja la importancia del núcleo como lugar de tránsito. Tras un periodo de regresión, el siglo XVIII conoce un auge económico que se traduce en el orden urbano en la potenciación del eje norte-sur, en la urbanización del fondo del Valle de la Osa, sobre todo en la margen del arroyo, y en la expansión del núcleo hacia el norte, siguiendo el camino de Cazalla. Durante el siglo XIX, el desarrollo urbano se orienta hacia el sur, a lo largo del valle y siguiendo el camino de Sevilla. 

Entre sus edificaciones de interés histórico artístico destacan el Castillo , Cerro del Almendro, la Iglesia Parroquial de Santa María de la Encarnación (siglos XIV-XVI), la iglesia de la Concepción, el Convento de los Ángeles, la capilla de Nuestro Padre Jesús la ermita del Robledo, ermita de la Yedra. 

                                              LAS CALLES DE CONSTANTINA


Un repartimiento de 1590, realizado en esta villa para recaudar el impuesto llamado “Moneda forera “, nos da a conocer que en las tres collaciones – distritos o barrios – del pueblo: (San Jorge, Santa Constanza, y Santiago) existían 29 vías pública, dos de las cuales eran plazas y las demás calles. Transcribiré a continuación sus nombres para explicar brevemente la motivación que creo tienen sus denominaciones debo advertir que en muchos casos solo puedo exponer una hipótesis que hasta ahora no he logrado corroborar documentalmente, por tanto son discutibles. Veamos aquel callejero de fines del siglo XVI: 

A. - COLLACION DE SAN JORGE (aparecen sin nombre alguno de calles) 

B. - COLLACION DE SANTA CONSTANZA (tenía 18 calles): 

1. - Calle de la Morería: el motivo de este nombre es bien conocido: aquella calle sirvió de aljama o residencia exclusiva y forzada de los musulmanes que permanecen en la villa tras la conquista castellana de 1247.
 
2.- Calle de la Viñuela: este nombre evidencia la presencia de este tipo de cultivo en la propia calle o en sus inmediaciones.
 
3.- Calle del Naranjuelo: La explicación responde a las mismas motivaciones de la anterior. Esto nos da pie a comentar lo frecuente que es el que las calles adopten nombres de formaciones vegetales que alguna vez tuvieron.
 
4. - Calle de Abades: Es un nombre que siempre aparece en plural y aunque nada podamos confirmar documentalmente, debe hacer referencia a algún convento del que no conocemos otro testimonio.
 
5. - Calle del Baño: en aquel lugar tuvo que existir algún baño público como es normal en los lugares de presencia musulmana.
 
6. - Calle Mayor: Su nombre indica que fue la calle principal de la villa en alguna eta¬pa, de seguro, inmediatamente después de la conquista cuando se ubicó en ella una Iglesia cristiana.
 
7. - Calle del Pilar: por la fuente abrevadero que, aunque muy transformados, están aún en la misma.
 
8. - Calle de los Molinos: este nombre que da por explicado por la presencia de numerosos ingenios destinados a la transformación de cereales y a la obtención del aceite. En 1590 de las once casas que está registrada, diez pertenece a molineros profesionales. Como se sabe es normal en las ciudades o barrios medievales el que cada gremio o grupo de artesanos residan en un mismo sector, incluso en una misma calle, por lo que esta suele conserva los nombres de dicha actividad.
 
9.-Calle de la Cruz: Posteriormente seria calle o plaza de Veracruz y ahora es plaza de Santa Ana. El nombre de ‘la Cruz’ alude al humilladero situado en ella, en la entrada sur del pueblo. Él titulo de Veracruz lo tomó de una potente hermandad de Penitencia que hacía sus cultos en la ermita de Jesús.
 
10. - Calle de Hidalgos: Este nombre alu¬día a la condición de muchos de sus vecinos de linaje noble. No puedo afirmar a qué calle actual se pueda corresponder.
 
11.- Calle de Postigos: Quizá se correspon¬da con la que luego sería conocida como de ‘Bodeguetas’. Evidentemente su apelativo se lo dio por dar a ellas los postigos de numerosas viviendas de otras calles principales.
 
12. - Calle de los Monteros: Apelativo que índica la presencia en ella de muchos cazado¬res como lo confirma la lectura de las profesionales de los vecinos de esta calle que tampoco podemos situar en la Constantina actual.
 
13. -- Calle de los Morales: Alusión a otra especie vegetal abundante en esa vía.
 
14. - Calle de Pontones: Hace referencia a los pontones (puentes de una sola tabla) que existieron para atravesar el río Allende. Me parece que debió
corresponderse, con la que luego sería la calle de El Peso.
 
15.- Calle del Duque: Tuvo que tomar su nombre de que en ella hubiera alguna casa palaciega de algún noble con tal titulación; presumiblemente haga referencia al duque de Medina Sidonia que en los años finales de la Edad Media disputó al Marqués de Cádiz el dominio de nuestras tierras y de todo el reino de Sevilla. 

16. - Calle de Mozas: No hallo una explicación clara a este término, que por otra parte La permanecido en el nomenclátor local hasta principios de nuestro siglo, cuando pasara a denominarse del “Santo Cristo”.
 
17. - Calle de la Plaza: Aparentemente es éste un término ambiguo, sin demasiado contenido, razón por la cual ha sido frecuentemente renombrada con otros apelativos que no se han confirmado con el tiempo. En acuerdo ple-nario que cite al principio, ha pasado a tomar el nombre de Blas Infantes. En mí criterio esta transformación es desafortunado porque el viejo nombre de plaza alude a que allí estuvo la Plaza publica de nuestro pueblo hasta bien entrado el siglo XIX. Como tal daban a ella la fachada principal de la Iglesia parroquial, que sé terminó de construir en el primer tercio del siglo XVI y la Portada de las Casas Consistoriales o del Cabildo, juntó a la Puerta del Perdón. En esta Plaza se hacían oficiales los acuerdos del Consejo municipal, cuando él peón público daba lectura a sus bandos y edictos. En una de sus paredes existía. Una argolla para dar tortura ejemplar a los reos que lo merecieran. Junto a ella se celebraba el mercado local, En otros pueblos o ciudades estas calles llevan un rótulo más expresivo: del Consejo, Cabildo. Etcétera. y por eso en ellas nadie duda de mantener la antigua denominación. Aquí debiera ser igual.
 
18. - Calle de la Barrera: hace mención al límite entre las collaciones de Santa Constanza y Santiago Es posible que existiera tal barrera realmente, o quizás solo fuese un límite legal, sin separación física.
 
C.- COLLACION DE SANTIAGO. Contaba con 11 vías, las siguientes:

19. - Plaza de San Sebastián: Es la actual plaza de España. Su denominación la debía a estar junto a la ermita dedicada a este santo, que en otros lugares —seguramente también aquí - se veneró intensamente entre los siglos XV Y XVII por las intercesiones que se le atribuían en las frecuentes epidemias de aquellos tiempos. Cuando decayó aquella veneración sé: construyó el templo que subsiste, dedicado a la Concepción. El nombre primitivo se perdió. Aunque queda su testimonio en calles aledañas de aquella plaza: Alta y Baja de San Sebastián unas de las cuales mantiene su apelativo.
 
20. - Calle de la Olla: Parece hacer mención del gremio de artesanos que en ella vivían por su dedicación a la alfarería.
 
21. - Calle de la Calzada: Es la calle rotulada actualmente como calle “feria “sin demasiado sentido, pues su nombre tradicional fue siempre el de Calzada. Lo que responde a su uso como parte del camino de entrada y salida de la antigua villa, dentro de la ruta que desde época romana, al menos, unía las importantes urbes de Écija y Mérida o lo que viene a ser igual, el valle medio del Guadalquivir con la cuenca del Guadiana.
 
22. - Calle del Castaño: Aparece siempre en singular. Es otro de tantos termino que derivan de la flora presente en el origen de esas calles.
 
23. - Calle del Pozuelo: referencia clara al agua disponible en tal vía.
 
24. - Calle de la Carretería: Donde se localizaban el gremio de los carreteros, tan importantes siempre en esta localidad, por ser zona de paso bastante frecuentado. También existirían en ella tallares para la construcción o reparación de carretas.
 
25. - Calle de los Mesones: Es otro término que alude a la función de la calle donde abundaban posadas para el descanso de los numerosos viajeros del camino citado antes. En 1590 se avecindaban en ellas cinco mesoneros.
 
26. - Calle del Canal: Sé llamo así porque a lo largo de la vía discurría una acequia que tomaba su agua al río Allende, al final de la Corredera, en el Ladrón y la conducía al pie de la ladera del cerro del Castillo para suministro del vecindario y para sus animales, cuyo derrame se administraban para riego de las huertas junto al camino de la yedra.
Es el otro trozo entre la Carretería y La Plaza de la Constitución.

27. - Plaza de la Carnicería: Era la calle donde estaban las Carnicerías públicas, dependientes del Consejo Municipal, único lugar donde se expendía todo tipo de carnes y ello por dos razones para garantizar la calidad y salubridad de este tipo de alimento y más que nada, para asegurar el cobro de los impuestos que gravaban su consumo.
 
28. - Calle de Franco: Es otra alusión a un determinado tipo, o categoría de vecinos. Según la profesora María Josefa Parejo, de quien esperamos publicar próximamente un trabajo sobre la Constantina bajo medieval, estos señores los –Francos- tenían determinada concesión real para realizar negocios en la villa o en sus alrededores. Es un nombre que desapareció y me da la Impresión de que es la que luego sería denominada como calle De heces.
 
29. -- Calle de Santiago: Claramente debe su nombre a estar en ella la sede parroquial de la collación de su mismo nombre.
Para completar la información anterior he indago en un documento anterior
En medio siglo al aludido al antes. Se trata en este caso de un Censo de varones, efectuado en 1642 co¬mo base para proceder a las levas de soldados. Este documento cita una vía pública, más que el anterior, pero han aparecido nuevos rótulos que se mantuvieron por mucho tiempo o, en algún caso no han cambiado desde entonces.

Con ellos se completa lo que podríamos llamar el ‘Casco antiguo’ de esta población por eso vamos a relacionar aquí estos nuevos topónimos: 

1. - Calle del Campo: Es el origen de dos calles que ponían él límite del Sur y el este del pueblo. Se trata de Campo Alto (que pasaría a llevar desde 1921 el nombre del insigne político Eduardo Dato, muerto en atentado ese año) y la de Campo Bajo, que mantiene su denominación conocida también popularmente como calle Suspiros.
2. - Calle de El Peso: Su nombre se debe a que en ella estaba situado el “Peso de la Hari¬na”, lugar donde sé hacia el aforo oficial de las cosechas de granos con vistas al pago de tribu¬tos estatales y del diezmo a la iglesia. Este Peso creo que estaría instalado en una de las casas de la zona final de la calle, cerca de su confluencia con la actual Plaza de Santa Ana. En muchas otras poblaciones existe una calle esta misma denominación.
3. - Calle de la Hermosa: Que más tarde fraccionaría en dos partes: Alta y Baja como ocurre en otros muchos casos de los topónimos, de nuestro callejero en razón de la diferencia de nivel. No encontramos una explicación lógica a este rótulo que quizá pudiera deberse a su anchura en comparación con las demás del pueblo cuando esta calle fue trazada.
4. - Calle de Infantes: Es la que entre nosotros denominamos ‘Ligeros” y oficialmente sé llama “José de la Bastida”, en reconocimiento a un Diputado en Cortes nacido nuestra localidad. Al nombre original no he conseguido encontrarle una justificación apropiada.
5. - Calle Navas: Su denominación, que se mantiene, está justificada porque aquella calle era la que daba acceso al camino hacia la aldea de Las Navas, que originada en torno al monasterio de San Antonio del Valle fue parte nuestro municipio hasta mediados del siglo XIX.
6. - Calle de Pino de Oro: Es uno de nombres primitivos del nomenclátor local cuya sustitución ilógica, me parece inaceptable. No hay para mi explicación a eso de “Pino de Oro que más parece él titulo de alguna narración imaginaría, de alguna leyenda. Pero hay esta y ha de tener su explicación histórica.
7. - Calle de Erizos: Es un reconocimiento a estos animales tan característicos en la fauna del lugar y que habrían de menudear por aquel paraje.
8—Calle de Heces (sic): Todavía muchas personas de edad pronuncian su antiguo nombre, hablando de la calle “Ese” o, incluso ‘‘Jese”. El significado no necesita explicación él por qué de ese rótulo tan escatológico dé hallarse en que siendo una zona limítrofe de la villa, serviría a buen seguro. Como muladar o vertedero de basuras de los vecinos de los alrededores. En este caso es justificable el cambio en la denominación y su remoción por algún nombre menos aromático: Ahora lleva nombre del poeta Antonio Machado, antes fue del ‘16 de julio” y antes de eso Pablo Iglesias”. 

En este Padrón de Varones de 1642 aparecen algunas de las calles del documento de 1590, en concreto las de Hidalgos, de 1o Monteros, de Morales, la de los Pontones (que posiblemente sea la de El Peso) y la de los Francos (que pudo pasar a ser la de Heces.) 

En resumidas cuentas, para el núcleo originario de Constantina tenemos un total de 39 términos – van incluido los de las tres collaciones – y de ellos sacamos el siguiente cuadro: 

21. - Son toponimos que se deben a la localización de elementos singulares del paisaje urbano ( ejemplos: calle Pilar, El Peso...) 
Se justificaran por la actividad económica de sus vecinos ( ejemplos: calle Mesones, o la Carreteria)
Toman su nombre de especies vegetales o de algún animal. 
Son nombres de motivación religiosa (ejemplo: abades, Santiago)
Alude a un título nobiliario, la calle del Duque.
No responde a alguna de las motivaciones explicadas. 

                               CONSTANTINA Y SUS PRIMERA COMPAÑIAS MINERAS

Nuestra zona, como se sabe, es rica en agua, madera y ganado; pero ya desde el calcolítico, con sus primeros ensayos metalúrgicos, y más tarde en la edad del bronce, unos de sus recursos fueron la minería, trabajadas superficialmente con martillos y cinceles de piedra. Algunos de tales martillos se han encontrado a flor de tierra en las minas de Gibla, Cerro del Hierro y en la finca La Quinta, - conocida así, aunque con lógicas reservas, por ser, en remotos tiempos, la quinta mina de España – con los cuales basándose en fuerza bruta, desmoronaban el mineral, fundiéndose posteriormente para la fabricación de ador nos personales y herramientas metálicas que competían con las líticas. 

Mas tarde los fenicios o punicos, atraídos a la costa del sur de España por su rica minería, subieron hasta nuestro valle en busca de tales recursos dando lugar a un comercio por el que a cambio de exóticas mercaderías, importadas de orientes y occidente, recibían, de los indígenas de la zona, el mineral extraído de nuestras minas, e igualmente las pieles curtidas, maderas nobles, como los famosos robles, para la fabricación de barcos y su comercialización, ganados, mujeres y un sin fin de riquezas. 

Los romanos al llegar mas tarde, se encontraron unas largas tradiciones mineras pueden afirmarse prácticamente, que no descubrieron nada, ya que las minas habían sido explotadas, anteriormente, por los reyezuelos indígenas y luego por los cartagineses. 

Se han hallados escoriales en La Quinta y parte de la teja, pudiéndose mencionar otros esparcidos, como los de Majá limar. Entre los desechos de materiales llamados escorias, casualmente se han encontrado abundantes mocos de plomo o chorreones, junto con objetos y monedas de todas épocas. Gran parte del material pertenece a un pueblo ibero – romano que data del siglo II a. de c ., en plena república, que persistió durante el Alto Imperio, acabando en el Bajo Imperio, con un importante pastoreo iniciado por civilizaciones anteriores.
 
Esto pueblo mineros utilizaban multitud de objetos de plomo desplatado, que era el material mas común y barato, consistiendo esencialmente en pesas de red para pescar, pesas de telar, para prendas de lanas,- materia muy abundante – amuletos, exvotos funerarios, etc... 

El pueblo romano conocía una metalurgia avanzada, sabiendo separar la plata del plomo, mediante el proceso de licuación, basado en el hecho de que el plomo se funde a mas baja temperatura que la plata (327ª y 951ª respectivamente). Las zonas de máxima producción de plomo en España se encontraban al sur de la Tarraconense y en la bética, destacando especialmente los alrededores de Cartagena y sierra morena, en la zona cástula. También se producía plomo en toda la zona central de sierra morena, en las actuales provincias de Badajoz, Sevilla, Córdoba y Jaén, a lo largo de toda la orilla derecha del Guadalquivir, con predominio de explotaciones mineras de pequeña y mediana escala.
 
Los itálicos, que eran los <<Negotiatorer >> de las minas, no irían a la zaga de los cartagineses, en cuanto a rapacidad, consiguiendo sus fabulosas riquezas a costa de grandes masa de esclavo, mayormente iberos, que vivían y trabajaban en horrendas condiciones, cosas que mencionas los autores romanos Polibio y Dio doro: << Luego ya cuando los romanos se adueñaban de iberia, itálicos en gran números atestaron las minas y obtuvieron inmensas riquezas con su afán de lucro. Pues comprando gran cantidad de esclavos iberos los ponen en manos de los capataces de los trabajadores en las minas>>. 

En muchos lugares del sur de Hispania, el plomo era un material tan familiar, barato y modelable que se empleaban para diversos cometidos, además de los citado anteriormente, como para hacer laminas donde se escribían conjuros mágicos, cuentas de collar, lingotes, sarcófagos, precintos comerciales, monedas privadas de curso interior de las minas, balas de hondas y un sin fin de artículos.
Las balas de hondas encontradas en nuestra zona, fueron abundantemente empleadas en el mundo antiguo, tanto por griegos como por los romanos, cartaginenses e iberos. Gran parte de ellas de acuerdo con lo que denotaban sus formas, proceden de un molde más perfecto y están marcadas con inscripciones que indican su origen. 

Unas de las balas de honda más curiosas encontradas de forma romboidal defectuosa, que se hallaron junto con gran números de objetos, como pesas de telar de todos los tamaños, rotas y desgastadas - un posible lingote de plomo circular, algunos precintos con siglas y figuras y varios objetos mas, esparcidos en un radio de cien metros aproximadamente. Todo este lote de chatarra seguramente seria para ser reciclado en un horno de fundición, pertenecientes a algunas compañías privadas que invirtieron en nuestro entorno.
 
Los precintos encontrados nos sirven como identidad, ya que las siglas SC. De uno de ellos se representa hipotéticamente, S (societa ) y (castulonensis ). Otro de los precintos tiene estampados el anverso una cabeza de medusas con alas y serpiente en el cabello, y en el reverso un barco estilizado (casi idéntico a los ases de Brutobriga), y un último no descifrado todavía, pudieron pertenecer, todos ellos a las compañías minera explotadas en la zona. 

Tales precintos – sellos comerciales, están formados por dos discos, uno de mayor tamaño, dos centímetros de diámetro mas que el otro, unidos por un eje central. Indudablemente fueron usados para precintar sacos o paquetes, posiblemente de esparto0 o cuero, que contendría mercancías valiosas.
 
El mundo de los precintos de plomo – insistimos a fuer de que se nos tache de reiterativo es poco conocido y no ha sido estudiado con profundidad, pero resulta mucho más abundante de lo que se supone. Constantina es de los muchos pueblos de los que hasta ahora, no se reunían noticias sobre el tema.
 
De las monedas encontradas, la más interesante es un << carmon >>( Carmona), que su diámetro sobresalía de todas, incluidos los <<ases >>de bronce. El hallazgo de monedas de plomo y bronce, establecieron una clara relación entre la minería de <<LACUNIMURGIS >> (Constantina) y <<carmon >> (Carmona) en el siglo II a de C.
 
En toda esta época ibero – romana, el primer lazo de unión entre minas y valles seria el transporte por calzadas, por las que se llevaban las mercancías hasta el río << Betis >> (Guadalquivir), que era navegable desde Cástulo, muy cerca de linares, hasta su desembocadura.
 
Seguramente las compañías de nuestro valle utilizaban como puerto el de lora del río (AXATI). A esta teoría e da mas veracidad lo encontrado en la vaguada del castillo, junto al Guadalquivir, por investigador y compañero M. Ángel Río, vecino de Lora, en el que hallo un clavo de una embarcación romana y varios precintos << iguales encontrados en nuestra zona >>.
 
La mayoría de nuestros productos mineros, junto con el resto de la península, salían con destino a Roma y otros puntos del mediterráneo o del Atlántico, pertenecientes a su imperio, recibiendo el estado romano sus porciones, como dueño y señor que era de las minas, heredadas de sus antiguos propietarios con la conquista.




Por Antonio Serrano Vargas

CONSTANTINA Y SUS FIESTAS REALES

 
La monumental iglesia parroquial de Santa María de la Encarnación, en el centro urbano, sobre su cerro el castillo en ruinas, y en la ladera meridional de aquél el barrio medieval de la Morería, la casona barroca de los condes de Fuente el Salce despuntando entre las otras mansiones blasonadas y, en la periferia, el encantador santuario de Nuestra Señora del Robledo. Así es el cuadro de esta inconfundible ciudad, asentada en el Valle de la Osa en las estribaciones de la Sierra Norte de Sevilla, que en tiempos pretéritos se llamó Sierra de Constantina. Población de remotísimo origen, situada ventajosamente en el noreste de la provincia, no lejos de la de Córdoba y muy cerca de la agreste frontera andaluza con Extremadura. Su dilatada historia queda reflejada en la cuantía y variedad de los testimonios artísticos que atesora a despecho del tiempo y de las barbaries y, a veces, de las poco acertadas transformaciones. Aun así, sus monumentos y paisajes hacen de ella lugar ineludible para los viajeros de la historia y del Arte.
Constantina guarda interesantes vestigios arquitectónicos anteriores a 1247 año en que fue ganada por el Santo rey Fernando III. Santa María de la Encarnación tiene estructura mudéjar, una singular fachada renacentista tallada en piedra y una esbelta torre campanario. En su interior, y en un rico retablo barroco, se custodia la venerada imagen del Cristo de la Humildad y Paciencia, talla atribuida a Luisa Roldán, la Roldana.
En el extrarradio, nos encontramos con el santuario de la Virgen del Robledo, que posee un singular camarín, donde los dorados, las molduras y las yeserías trenzan sus fastuosas labores entre rococó y neoclásicas. Para llegar a ese camarín hay que recorrer primero unas escaleras jalbegadas, que conservan la nívea blancura de la cal. De los muros penden ex votos de gentes agradecidas, llenas de incuestionable fe, que sanaron de sus males por mediación milagrosa de Nuestra Señora. En el ante camarín, la superficie aprovechable está cubierta con bellos azulejos decorados y con una placa con nombres y fechas que intenta dejar memoria de los benefactores del templo.
Del castillo almorávide hablan las crónicas desde finales del siglo XI. Han desaparecido sus paseos de ronda, sus fosos y barbacanas pero, en el misterio de su desolación, se mantiene buena parte de sus murallas y tres de sus torres la del Homenaje entre ellas, como heroica mansión de la raza, que resguarda los secretos de su historia, engarzada al glorioso pasado español. Perteneció Constantina a árabes y cristianos sucesivas veces, con todas las alternativas favorables y adversas de nuestra Reconquista. Hasta que Fernando III, su decisivo impulsor, la conquistó definitivamente y pasó a pertenecer a la corona de Castilla. El año 1282 el rey Alfonso X, sabio y dadivoso, acude a este castillo y espera en vano entrevistarse con su hijo Sancho, que le ha arrebatado el trono.
Pasan dos siglos de guerras interiores y ya España es una imponente monarquía que encierra su poder en las formidables manos de los reyes Isabel de Castilla y Fernando de Aragón. Faltan, aún dos años, en 1490, para la capitulación de Granada y el descubrimiento de América, un lustro para concluir la conquista de Tenerife y doce para la anexión del reino Navarra, último territorio incorporado a la Corona de España. Ese año fue de calma relativa en la contienda con los moros, que ya tocaba a su fin, y parecía poder desenlazarse, de acuerdo con Boabdil, sin nuevo empleo de armas. Por lo demás abrió un paréntesis en la preocupación obsesionante de la guerra el compromiso matrimonial de la infanta Isabel nacida en Dueñas, Palencia, el 1 de octubre de 1470, princesa de Asturias (1476-1478), primera heredera de las coronas de Castilla y Aragón con el príncipe Alfonso de Portugal, heredero de aquel reino, único hijo del rey Juan II (1455-1495) y de su esposa y prima, la reina Leonor de Lancaster, hija de Fernando, duque de Viseo; y, por tanto, nieto del rey Alfonso V de Portugal, el de la batalla de Toro (1476).
Concertada la boda, los desposorios tuvieron lugar en Sevilla, el 18 de abril de 1490. En el documento que se firmó en ese día, Talavera y Gutierre de Cárdenas comunicaron el montante de la dote, 106.666,6 doblas de oro (alrededor de 39 millones de maravedís, según valor de cambio de la época). Si acaecía el infortunio de que la princesa muriera sin alcanzar descendencia, el marido podía retener la mitad de esta suma, devolviendo el resto. Los portugueses no se dejaron ganar en generosidad: la joven infanta iba a ser señora de Torres Vedras, Torres Novas y Alvaiazar. Rápidos correos se encargaron en llevar, desde Sevilla a Évora, la noticia de que todo estaba dispuesto y los desposorios se habían efectuado. El príncipe Alfonso de Portugal los confirmó el 26 de abril. Durante quince días Sevilla se engalanó para despedir a la princesa de ojos claros cuya belleza destacaban los cronistas.
La reina vistió sus ropas de lujo, recamadas de oro, y mostró su agrado regalando a su hija mayor, y por tantas razones predilecta, al margen de cualquier compromiso, 500 marcos de oro y 1.000 de plata, además de perlas y joyas, piezas de paño de mucho precio y una montaña de lencería y ropa blanca. Hubo juegos de cañas y en ellos tomó parte el rey. Dice Luís Suárez, en su obra Isabel I, Reina:
Conviene destacar que todo ello formaba parte de una propaganda política bien calculada hacia los dos objetivos fundamentales señalados: borrar las huellas de discordias pasadas y convencer a todos de que ninguna cosa mejor para ambos pueblos que la de una estrecha e íntima amistad.
El 6 de mayo de 1490 don Fernando II de Aragón y V de Castilla escribió a su futuro yerno, al que jamás viera: «aunque vos deseéis mucho ver a vuestra esposa, no falta acá quien os desea ver». El 10 del mismo mes era la propia doña Isabel I la que manifestaba a su consuegro el rey don Juan II, «de estos reinos y de todo lo que yo hubiere os aprovechéis y mandéis como en los vuestros». De hecho, desde los puertos de la costa andaluza se estaban abasteciendo Ceuta y los otros puntos portugueses en África, mientras los embajadores de ambos reinos en Roma recibían instrucciones para que obrasen al unísono.
El 9 de noviembre de aquel año llegó a Constantina el rey don Fernando, al tiempo que salía de Sevilla su hija la infanta doña Isabel, acompañada del famoso cardenal don Pedro González de Mendoza (1428-1495) y con gran escolta de caballeros. El inmediato día 10 hizo su solemne entrada en la Villa la futura princesa de Portugal. La urbe había sido espléndidamente transformada en obsequio a las personas reales, por obra y gracia del oro derrochado por los magnates.

CONSTANTINA EN LA GRAN CRÓNICA

A la puertas de la villa aguardaba a la radiante princesa su padre, el rey, y juntos hicieron su entrada en ella; don Fernando a caballo y, a su derecha, su hija montada a mujeriegas, según costumbre, en una mula; llevaban las ricas riendas, por riguroso turno de antigüedad, los regidores; a pie eran seguidos por el cardenal Mendoza, el marqués de Villena, mayordomo mayor de Palacio, los condes de Tendilla y de Cifuentes, los demás grandes de servicio y la escolta real. Había flores y colgaduras, y música y alegría en las gentes que llenaban las aseadas calles.
En un baño de multitudes subieron hasta el castillo. Allí, para recreo del pueblo, se dispusieron numerosos torneos entre los nobles, en que, ante la numerosa concurrencia, éstos demostraron su valor y destreza; además de juegos de cañas, cuyos participantes, a caballo formados en diferentes cuadrillas, hicieron varias escaramuzas, arrojándose recíprocamente las cañas, de las que se resguardaban con las corazas; luego tuvo lugar un gran convite, con reparto de carne y vino a los vecinos. Espléndidos regocijos que tornaban la fantasía en realidad, a tal efecto que en mucho tiempo no se habló en el lugar más que de esas fiestas.
Al la mañana del siguiente día, 11 de noviembre, la Infanta emprendió viaje a Badajoz; su padre la acompañó un buen trecho del camino. Ambos contienen la emoción en el momento de la despedida; Isabel reprime las lágrimas, mientras agita su pañuelo de seda bordado. La Infanta aun no ha cumplido los veinte años, recuerda en todo a su madre la reina Isabel la Católica y, como ella, «era de mediana estatura, bien compuesta en su persona y en la proporción de sus miembros. Era muy blanca y rubia, los ojos entre verdes y azules, el mirar muy gracioso y honesto; las facciones del rostro bien puestas, la cara toda muy hermosa y alegre, de una alegría honesta y muy mesurada».

LA CAMBIANTE ESTRELLA DE ISABEL DE CASTILLA, REINA DE PORTUGAL.

El paso fronterizo con España, desde la ribera de Caía hasta la propia ciudad de Badajoz, había sido adornado con flores. La esperaba en aquel punto don Manuel de Portugal, hijo de don Fernando, duque de Viseo (1433-1470) tío del novio, pues era hermano de su madre, la reina Leonor, y nada más verla se prenda de ella, ignorante ciertamente de las extrañas urdimbres que a ambos preparaba el destino. En Elvas, Isabel fue recibida bajo palio. La nueva princesa de Portugal es una fascinante joven, que lleva el mismo nombre de la abuela que en 1447 saliera de Portugal para casar con el rey don Juan II y convertirse en reina de Castilla. Hace su entrada en Évora el 27 de noviembre de 1490 entre la satisfacción de todos y muy especialmente de su jovencísimo prometido el espigado príncipe Alfonso, cinco años menor que ella.
Aquella grata unión se celebró en Estremoz con gran boato y fiestas inolvidables, que parecían ser prólogo de un venturoso porvenir, por las prendas y atractivos personales de los novios y la conveniencia política de los reinos. Pero la fatalidad aguardaba su turno en las sombras de la noche nupcial. Ocho meses gozaron los jóvenes príncipes de su matrimonio. Las noticias que venían de Portugal a Castilla confirmaban el acierto de aquella unión. La princesa estaba demostrando excelentes cualidades para el trato con otras personas y se afianzaba en su nueva representación, mostrando, además, la misma fuerte voluntad religiosa que caracterizó a su madre. En diciembre tomó posesión de las villas que le fueron asignadas para su señorío. Con su marido fue a disfrutar de las fiestas de Carnaval a Viana do Alentejo. Luego se incorporaron a la Corte en Évora, siguiendo el trayecto de ésta a Santaren y Almeirim. El día 12 de julio de 1491 un accidente desgraciado trocó las ilusiones en pesares y las galas en lutos. Al declinar una tarde calurosa, padre e hijo salieron a cabalgar, ribera del Tajo, en las afueras de Almeirim. Don Juan se adelantó y el príncipe picó espuelas para alcanzarlo, con la mala fortuna de que el caballo dio un traspié en la arena, lanzando a su jinete con tal fuerza que cuando los servidores acudieron en su auxilio, sólo pudieron comprobar que ya era cadáver.
La princesa viuda cortó sus cabellos, como hacían las damas de los relatos caballerescos; no querían que la separaran de los restos de su marido. Por eso su suegro, Juan II, tratando de evitar los excesos que conlleva el dolor, la devolvió a Castilla sin consentir que asistiera ni al funeral y ni al entierro. Fue un gesto que la reina Católica agradeció de corazón. Hubo una fuerte voluntad de ambas partes en mantener la alianza alcanzada. El rey de Portugal dispuso que la joven Isabel conservara el señorío de las villas que le estaban asignadas y los monarcas castellanos ordenaron que se siguieran pagando los plazos de la dote. La inconsolable viuda se encierra en las negruras de un luto intransigente, pide a sus padres que la eximieran de ulteriores compromisos matrimoniales; quería así cerrar una historia de amor sin descendencia, entregándose a una muy especial vida religiosa, pero no iba a suceder según su voluntad.
A fines de 1494 el papa Alejandro VI concedió a los monarcas españoles el título de Reyes Católicos sembradores del Evangelio—.

MANUEL I EL AFORTUNADO, REY DE PORTUGAL, Y SU PROGENIE

En 1495 murió Juan II y subió al trono de Portugal don Manuel I su cuñado y primo hermano callado enamorado de doña Isabel, que ha pasado a la Historia con el sobrenombre de «el Afortunado», y en verdad lo fue en todo, hasta en el acierto con que supo escoger esposa. El monarca lusitano pidió su mano y, vencida las resistencias y los escrúpulos, contrajo Isabel segundas nupcias con ese rey, tío de su primer marido, en septiembre de 1497, en la población española de Valencia de Alcántara. La boda se efectuó días después del infortunado fallecimiento del príncipe Juan, único hijo varón de Isabel y Fernando.
Isabel hizo feliz a su esposo, y ella lo fue, hasta su muerte. La reina Isabel de Portugal falleció en Toledo, el 23 de agosto de 1498, al dar a luz a un niño que se llamó Miguel de la Paz, y que estaba destinado a reinar sobre toda la Península Ibérica con el nombre de Miguel I de España. La reina de Portugal fue enterrada en el convento de Santa Isabel de Toledo. Su hijo, Miguel, príncipe heredero de las coronas de Portugal, Castilla y Aragón, que aun hubiese hecho más grande la obra de los Reyes Católicos, fatídicamente también, bajó al sepulcro el 20 de julio de 1500 a la trempanísima edad de dos años. Sus restos descansan en la capilla Real de Granada, junto a los de sus abuelos maternos.
Pero como el monarca lusitano había tomado querencia a la familia reinante en España, pide y obtiene la mano de la infanta María, hija menor de los Reyes Católicos, que había nacido en Córdoba el 29 de junio de 1482. La boda se celebró por poderes en Granada, el 24 de agosto de 1500, justo cuando se cumplían dos años de la muerte de Isabel, su primera esposa. El 20 entró María en Portugal, el país donde iba a reinar, con un lucido séquito en el también figuraba el cardenal Mendoza. El soberano lusitano la aguardaba en Alcaçer de Sal; allí se casaron, para llegar en noviembre a Lisboa. Don Manuel y doña María tuvieron ocho hijos; una de sus hijas fue Isabel, esposa del emperador Carlos V —la futura emperatriz, bellísima princesa, que llevaba asimismo el mismo nombre que su tía y que igualmente honraría en 1536 a Constantina con su presencia—, y que trasmitiría a su hijo Felipe II los derechos al trono portugués. La reina María murió en 1517 y, dos años después, don Manuel I el Afortunado decidió contraer tercer matrimonio, y una vez más, escogió a una hija de los reyes de España, esta vez la elegida fue la archiduquesa Leonor de Austria (1498-1558), hija de Felipe I «el Hermoso» y Juana «la Loca», sobrina por tanto de sus anteriores esposas y veintinueve años menor que él, con la que, después de conseguir la necesaria dispensa pontificia, se casó. Leonor quedó viuda en 1521 y su hermano el emperador la convenció para que contrajera matrimonio con el rey Francisco I de Francia, y así lo hizo en 1526. La reina Leonor no tuvo hijos, ni con el luso ni con el francés, y a la muerte de su segundo esposo, en 1547, abandonó Francia y se retiró a los Países Bajos, cerca de Carlos V, y posteriormente a Talavera, donde murió en 1558.
Sin duda, de entre los sucesos que acaecieron en el castillo de Constantina, entre los personajes y familias que fueron sus ilustres moradores, descuellan estas jornadas de noviembre de 1490 sólo igualadas por el episodio de la visita, años después, de la princesa Isabel de Portugal, prometida del emperador de Alemania y rey de España—, porque la altísima representación de las figuras albergadas en él dejan en sombras otros acontecimientos de su larga historia.
Lentamente los castillos de los lugares como los castillos de los señores van perdiendo todo su valor, y el de Constantina no podía ser una excepción. Los señores mismos los abandonarán, yendo a vivir en la Corte, y olvidándose del territorio de sus señoríos. El castillo que defendió con su arrogancia la vida y el honor de veinte generaciones de guerreros, y esparció la muerte desde sus murallas y desde las estrechas troneras de sus torres, es ahora poco más que un recuerdo. ¡Tan poco valía en nuestro próximo pasado una fortaleza medieval que fue presa del más injusto abandono!
Empero, estas tierras hidalgas que vieron luchar y vencer a los ejércitos cristianos no habrán perdido su antigua creencia y en torno al castillo abandonado como uno de esos grandes saurios fosilizados, porque de obra humana ha pasado a ser naturaleza paisajística un estupendo pueblo erigirá un Monumento al Sagrado Corazón, por cuya fe, como bandera, lucharon las generaciones que desde los gloriosos tiempos de san Fernando poblaron y defendieron la fortaleza.
Anhelamos que en los siglos venideros la ciudad continúa salvaguardando un monumental templo parroquial, en el centro urbano, un castillo en ruinas, sobre su cerro, el barrio medieval de la Morería, artísticas casonas de singular barroquismo, y en la periferia, el santuario de Nuestra Señora del Robledo, así como, en su entorno, el delicioso verdor de sus campos y de sus umbrosos bosques. Testimonios artísticos y paisaje, atesorados a despecho del tiempo, de los vandálicos destrozos y de las, a veces, poco acertadas transformaciones, que continuarán haciendo de Constatina lugar de ineludible parada y fonda de viajeros para quienes la historia y el Arte forman parte de la esencia de la vida.
La Orotava, a 23 de mayo de 2005

ANTONIO LUQUE HERNÁNDEZ

Bibliografía:

Louda, Jirí (árboles genealógicos), y, Maclagan, Michael (texto).
Lines of Succession. Heraldry of the Royal Families of Europe. Macdonald Ilustrate Book, 1991.
Martínez Olmedilla, Augusto. 1951. Santa Isabel de Castilla. Relato Anecdótico-Novelesco. Madrid.
Silió Cortés, César. 1943. Isabel la Católica (Fundadores de España). Espasa Calpe. Madrid.
Suárez, Luís. 2003. Isabel I, Reina. A B C. Hospitalet.
Tarrés, Antoni Simón. 1996. La Monarquía de los Reyes Católicos. Historia de España. Madrid
Vizcaíno Casas, Fernando. 1987. Isabel, camisa vieja. Planeta, Barcelona.
Folletos:
Constantina. Guía Turística, 1988. Asociación Cultural G. Gómez de Avellaneda.
 
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